
Videos de Angeles del Infierno
EL HOMBRE DE NEGRO Y EL LATIGO
Iban a dar la una de la madrugada cuando J. como de costumbre se dirigía a su casa, que debido a la extraña situación geográfica en que se encontraba su pueblo que es un próspero destino turístico en desarrollo y a la vez un pueblo con colonias apartadas por tierras de cultivo, tenía que cruzar las huertas o rodearlas por caminos rurales que iban a dar a distintas colonias. El restaurante en el que trabaja todavía es pequeño y no cuenta con trasporte para los empleados, por lo que J. se veía obligado a irse caminando diario a su casa, por caminos rurales entre las tierras de cultivo y enormes árboles de mango y aguacate. De vez en cuando conseguía aventón de otros trabajadores que también se dirigían a su misma colonia, pero esa noche, J. se había quedado más tarde por lo que esta vez no tuvo éxito en conseguir aventón.
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El iba distraído pensando en los asuntos laborales, hizo media hora en llegar a su destino, algo a lo cual él ya estaba acostumbrado. Cuando llegó a su casa, salió a recibirlo su perra negra, a la que J. tenía tanto cariño, y se dio cuenta de que había olvidado las llaves, por lo que tocó insistentemente, para que su mamá le abriera la puerta. En vano, sus toquidos no fueron escuchados puesto que su madre se acostaba temprano y tenía el sueño pesado, así que abandonó la puerta y se dirigió al árbol que estaba a tres metros de su casa, para sentarse sobre una piedra y pensar en cómo resolver esta situación.
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J. estaba mirando hacia abajo cuando le asestaron dos bofetadas en el rostro, él volteó hacia arriba asustado, buscando al responsable, cuando para su sorpresa se encontraba frente a él un hombre negro de dos metros aproximadamente, vistiendo a la forma antigua, llevaba una capa larga y negra y un sombrero de ala del mismo color, en su mano llevaba un látigo con el cual golpeaba el suelo.
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J. se encontraba totalmente inmóvil por la presencia de aquel ser al cual no podía distinguir rostro alguno, entonces el hombre comenzó a gritar en forma acusadora en otro idioma, tomo su látigo y golpeo a J. en el brazo enrollándolo. Él no podía pronunciar palabra alguna, incluso no le era posible defenderse por el gran temor, y se encontraba ahí indefenso ante aquel ser.
Entonces ve cómo su perra se abalanza sobre aquel hombre enorme, el cual dejó a un lado a J. para golpear al animal repetidas veces, hasta que quedó una masa amorfa y humeante. La visión no podía ser más dantesca, pues en ese momento los perros comenzaron a aullar lastimeramente. Los vecinos espantados salieron de sus casas para ver qué sucedía, y sólo encontraron a J. tirado en el suelo con el brazo severamente lastimado y a un lado de él yacían los restos totalmente carbonizados de su perra.
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Después de aquel suceso, J. duró dos semanas sin salir de su casa, los doctores no podían explicar cómo se habían generado esas quemaduras lineales de segundo y tercer grado que se enrollaban en su brazo, ni mucho menos la presencia de los restos del animal que habían quedado totalmente deformes por lo que parecían haber sido llamas.
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